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Relato corto
Cierto día, no sé a qué hora, se produjo un caso que yo no sabría
como calificar por su manera en la que se presentó. No podía ser más que una
casualidad de esas raras que a veces se nos pone delante como si quisiera
probar algo, todo por causa de nuestro propio pensamiento, tal vez. He aquí que
yo caminaba paseando tranquilamente por una de esas calles de mi Sevilla
antigua, cuando de repente veo ante mí una figura que al pronto no pude saber
si era realidad o fruto de mi imaginación, cierto sí que llegue a dudar. Algo
en mi interior me decía que lo que mis ojos estaban contemplando no podía ser
real y un temblor recorrió mi cuerpo ante semejante aparición. Se acercó hacia
mi persona y sin mediar palabra extendió su huesudo brazo, con una mano delgada
casi transparente y unos dedos finos que parecían que se iban a quebrar nada más
con rozarlos. De su garganta salió más que una vocecilla, parecía un quejido Por
favor “una limosnita”; Me quede perplejo, más bien asustado no sabía qué hacer,
pero sobreponiéndome al miedo o a la impresión que me produjo. Le pregunte ¿Quién
eres?, a lo que me respondió. ¿Quién soy yo, que soy? Esta respuesta me dejo atónito
no sabía ni donde estaba ni con quien estaba, quería despertar de una pesadilla.
Pude comprobar por su tono de voz, que era una persona muy desamparada, y ese
tono, esa inseguridad me hizo entrar en calor, calor humano que disiparon mis
miedos y dudas. De pronto pude ver que esa persona era incapaz de hacerme daño,
yo le pregunte ¿dónde vives?, a lo que me contesto en el barrio, en sus calles
vivo. ¿Cómo es posible si yo jamás hasta hoy te he visto?, el me contesto con
un hilo de voz “es que me oculto para que no me hagan daño ni se metan conmigo.
Si salgo por las noches, porque como doy miedo, las personas que por aquí
deambulan por deshacerse de mi me dan dos perras para poder continuar
tranquilos, así entre estas callejuelas voy suplicando para poder, más que
vivir escondiéndome de la luz del día
para poder aparecer cada noche y poderme encontrar con almas buenas como tú que
además de darme unas monedas, se atreven a darme un poco de compasión y alguna
que otra palabra, no exenta de alguna duda. Pero para mí más que afectuosa. Me
conmovió la sinceridad de aquella “personilla”, tanto que no pude dejar de
interesarme, que hacía, cuál era su manera de vivir, de donde venía, cosas tan
triviales como si tenía familia. Que hacia esta alma en pena para poder
sobrevivir, apenas sin hacer ruido. Me llamo Julio Expósito Expósito. Bonito nombre le conteste, con el solo
propósito de matar el hielo y darle a la conversación un tono más cálido,
parecía que iba depositando en mi algo de su confianza perdida y comenzó a
hablar. Si mi nombres es Julio, me lo pusieron unas monjas de la casa cuna, tal
vez para que nunca olvidase que mes me recogieron ni los motivos de mi
procedencia, y doblemente Expósito para que siempre recordase que un 23 de
Julio en el torno de la casa cuna. ¿Qué cosas, no? , ¿Debió de ser horrible?, Supongo
que sí que también tendría que haber
sido horrible para aquella persona que tuvo que abandonarme, seguro que tendría
sus motivos y se vio obligada a ello. Simplemente pienso que pasaría por su
cabeza cuando se alejaba dejando un poco de sus entrañas envuelto en una mentira
a la caridad de los demás. Supongo y no creo que me equivoque, que ese caluroso
mes de Julio se cnvirt6io para elle en un tenebroso y frio mes de Diciembre en su corazón. Mas nunca le guarde rencor, solo…y
solo en mi cabeza revoloteaba una pregunta,
¿Porque? Me crie en la inocencia y en el desamparo, fui feliz en lo que
pude durante mi niñez lo más ,mas malo fue en mi adolescencia y aun peor en mi edad
adulta en la que más echo en falta la ausencia de cariño, un hombro donde apoyarme
aunque al menos fuese para llorar.
No quisiera haber crecido con tanta rapidez para enfrentarme
con la cruda realidad y percibir el rechazado la sociedad. De pequeño era mono
y le hacía gracias a las personas mayores y alababan el desparpajo con el que
me desenvolvía a tan corta edad fruto del plan adquirido de supervivencia de
quien trata de caer bien y abrirse camino. Cuando fui creciendo mi carácter se
debilito, se avinagro cayendo en la desesperación y la amargura, me hice
insoportable y perdí toda esperanza de conseguir respeto para mi persona para poder
encauzar mi vida hacia la normalidad. Fui mal estudiante porque tenía el alma
envenenada, sentía rencor a todo el mundo, la calle fue mi hogar, los bancos del parque mi Residencia de
verano y los soportales mi refugio para
los días de lluvia. Me pareció su historia tan tremendamente triste, que no
pude por menos que darle una palmadita en la espalda y tratar de explicarle lo
mucho que lo sentía y lamentaba su situación. A continuación saque mi monedero
y cogí unas monedas, cuando le tendí la mano para que las recogiera, me la tomo
entre las suyas mugrientas y mirándome a los ojos me dijo; no gracias Dios te
bendiga , ya me has dado más de lo que pudiese recoger en el resto de mi vida. Sin
saber que contestar le suplique que recogiera lo que le ofrecía, a lo que el
con voz entrecortada respondió, mire Ud. Caballero nunca nadie jamás tubo la
delicadeza de perder con esta “personilla “ni tan siquiera tres segundos de su tiempo,
nadie intento saber por qué de mi deambular por estas callejuelas que todo lo saben sobre mí. Pero Ud. ha
tenido la bondad de escucharme y tener compasión sin tan siquiera mirar su
reloj una sola vez. No ha perdido esos dichosos tres segundos, está amaneciendo
y aun continúas aquí. Mi cuerpo ha recibido más calor que hubiese estado al
abrigo de una maravillosa lumbre por hablarle de lo que se ha reconfortado mi
alma. Fue entonces cuando mire mi reloj eran las seis y medias de la mañana
había pasado toda la madrugada callado dejando hablar y sobre todo escuchando,
la verdad es que no tenía ni gota de sueño. ¡Pensé con que poca cosa se puede
hacer feliz a una persona!, solo es necesario querer y saber escuchar. La
gratitud de este hombre hacia mi persona
me conmovió tanto que desde aquel día
todas las madrugadas me paseaban por aquel lugar con el solo propósito de saber
si continuaba por allí y en qué estado
se encontraba. Pero mi sorpresa sigue siendo infinita, preguntaba por el a los
vecinos de la zona, nadie le conocía, ni tan siquiera lo habían visto por allí.
Yo sigo sin encontrarle. Cuando me despedí de él se me olvido darle mi nombre…por
lo que a veces me pregunto… Si no habría sido todo fruto de mi imaginación...
Manuel Martin S.